Al enterarme hoy del fallecimiento de Oscar Bautista, ex alcalde de mi
pueblo y gran amigo, -aprovecho este momento para hacerles patente a su
mujer e hijos mi mas afectiva y cariñosa condolencia-, me vino a la
memoria el entrañable recuerdo de su padre Antoñito Bautista, conocido por
Antoñito el de la Botica, personaje muy popular y querido por su sapiencia
en tratados de química orgánica y que trabajo toda la vida en la farmacia
de Augusto Hernández, -posteriormente de su yerno Pepe Bolaños, más tarde
y en la actualidad de Isabel Luaces-. Antoñito, fue un experto tratadista
de las formulas magistrales, muchas de las cuales hacia por su propia
cuenta y otras recetadas por algún que otro medico local o provincial.
Incluso tenia en la trasbotica un laboratorio de un alto valor, por el
contenido del mismo, -matraces, pipetas, probetas, todo tipo de
recipientes, morteros, basculas de precisión y gran cantidad de productos
químicos y medicinales-, que utilizaba para llevar adelante su elocuente
faceta de sanador, -no era medico y tampoco farmacéutico-, la experiencia
y sus estudios le hicieron manifestarse como un extraordinario curador de
gran cantidad de patologías.
Le recuerdo muy bien pues solía visitar con mucha frecuencia la citada
farmacia, con el fin de adquirir medicamentos para mi madre aquejada desde
muy joven de un asma intrínseca, flores de buenas noches, papelillos del
Dr. Andréu etc.
Antoñito, sanaba infinidad de enfermedades de más o menos calado, desde
una exacerbada alopecia, pasando por tabardillos, callos, forúnculos,
catarros, gripes, bronquitis, gota, pequeñas quemaduras, heridas,
hemorroides, fiebre, fístulas, gonorreas leves etc. El sistema empleado
por tan elocuente "científico", era hacer jarabes, pócimas, cremas,
ungüentos, aguas químicamente tratadas para lavarse y muchas cosas más. En
la enorme mesa central del citado laboratorio, tenia siempre a mano unos
voluminosos libros manuscritos por el, donde constaba de manera detallada
sus recetas y la relación de los productos a emplear en cada patología que
se le presentaba o que algún cliente de la farmacia le solicitaba, el
beneplácito del titular farmacéutico hacia sus experimentos y confección
de medicamentos era total.
Antoñito Bautista, además de esta elocuente virtud, era todo un
caballero, serio, honesto y honrado a carta cabal, no obstante de vez en
cuando hacía reír a los que solicitábamos sus servicios con anécdotas
cuyos contenidos eran jocosos y hasta divertidos.
Hoy donde la existencia de ingente cantidad de sanadores, santeras,
babalaos, que utilizando medios bastante rudimentarios como son hierbas y
otros afines, o practicando la cartomancia, la quiromancia, etc., -para
ellos mi elocuente reconocimiento por el bien que hacen-, estimo
interesante resaltar que la forma de sanar de Antoñito, tenían un alto
valor y rigor científico, ya que los productos que utilizaba en la
confección de sus formulas, procedían de los mas significados laboratorios
farmacéuticos, tales como Abelló, Pfizer, Bayer, Roche, Admiral, Boringer,
todos ellos de reconocida fama mundial.
Recordarlo me produce una cierta emoción, máxime por la gran amistad
que me unió a sus hijos especialmente a Fernando y Oscar, (ambos
fallecidos). El trato exquisito que el citado personaje le daba a los
clientes de la farmacia, hacían que esta al menos en aquellos tiempos
fuera la que más vendiera. El tandem que formaban D. Augusto y Antoñito,
funcionaba a la perfección y el entendimiento entre ambos, -respetando las
distancias-, era perfecto.
Las personas se deben enjuiciar por sus actos y no por la riqueza, la
cultura o los títulos. La labor social que Antoñito Bautista desarrollo en
Guía fue grandilocuente, y en la exposición que aquí hago de una de sus
facetas más brillantes, además como la de padre, hijo, etc., estimo lo
hacen merecedor del reconocimiento de mis paisanos, a los cuales les digo
que miren hacia el municipio limítrofe, y observen como con una incidencia
menor en lo referido a personajes ilustres y populares, saben reconocerles
a estos sus meritos y valores, sin cortapisas y alardeando de ello. Seamos
consecuentes.
Juan Dávila-García
jocdavila@yahoo.es
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